Quédate conmigo
SOLO EL AMOR PUEDE RESCATARLE DEL OLVIDO
Mi deseo desde pequeña fue visitar una isla desierta junto con mi abuelo, mi querido abuelo. Él lo era todo, estaba ahí… apoyándome… sacándome un sonrisa cuando nadie lo podía hacer o simplemente cuando yo estaba triste. Por eso iba todos los veranos a visitarle; uno de nuestros hobbies desde que yo era pequeña era ver películas de risa juntos, nos pasábamos horas y horas riéndonos. Mi abuelo vivía en un pequeño pueblo alejado de la ciudad junto con mi abuela.
¡Ah!, ¡se me olvidaba presentarme! Soy Lorea, tengo 8 años y vivo con mis padres en una pequeña casa en la ciudad. Me gusta leer cómics de acción y jugar a la videoconsola. A mis amigas les gusta más jugar a las muñecas y no les gusta nada el deporte como por ejemplo, el fútbol, que a mí me encanta; por lo que, normalmente, me pongo a jugar con los chicos en el colegio.
Bueno, volvamos a la realidad… Hoy era el último día de colegio hasta septiembre, eso quería decir… ¡qué empezaban las vacaciones de verano! ¡Qué alegría! ¡Podría estar toda la tarde jugando con mis amigos en la calle sin tener que estar en el escritorio haciendo deberes! ¡Y obviamente podría visitar a mi abuelo en muchas más ocasiones!
Por la tarde había quedado en la casa de un amigo porque iba a celebrar una fiesta de fin de curso junto con muchos compañeros de clase. Me lo pasé genial.
Al volver a casa, recordé que al día siguiente nos íbamos al pueblo porque se iba a celebrar el cumpleaños de mi abuelo, cumplía 80 años. Casi no lo recordaba. ¡Qué ilusión me hizo! Así que fui corriendo a mi cuarto a hacer un dibujo para entregárselo al día siguiente. Dibujé una escena del abuelo y yo explorando los recónditos secretos de la isla a la que deseábamos ir; me pasé horas y horas haciéndolo. Sabía que le iba a gustar.
Al día siguiente partimos para el pueblo.
Al llegar a casa de mis abuelos, los vecinos le habían preparado una gran fiesta que al parecer le encantó. Estaba decorada con guirnaldas que cruzaban las habitaciones de aquí para allá, un montón de luces de variados colores… y sobretodo, lo que no podía faltar, ¡la tarta de cumpleaños! Lo que me sorprendió fue que la forma de la tarta era de… ¡una isla desierta en la que aparecíamos mi abuelo y yo!
¡ÉL SE ILUSIONÓ TANTO!
Antes de soplar las velas estuvimos jugando en familia a unos cuantos juegos y escuchando música.
Cuando llegó el momento, yo me senté junto a mi abuelo, ya que los dos queríamos recordar ese momento y poder rememorarle en el futuro. Como en todos los cumpleaños, pidió un deseo, no se lo dijo a nadie, ni siquiera a mí, quería que se cumpliese.
Fue uno de los momentos que mejor lo pasamos juntos.
La fiesta finalizó a las once de la noche, todos estábamos ya muy cansados. Nos fuimos a casa.
El tiempo pasaba, yo le iba a ver mes tras mes, pero, algo había cambiado.
ÉL NO ERA EL MISMO.
Ya no me recibía con esa alegría tan suya, con esa sonrisa de boca a boca.
No me atrevía a preguntar a nadie por él; hasta que un día, no podía más, no podía más de la tristeza. Fui a la cocina, mi abuela estaba preparando la comida, y le pregunté:
- Abuela, ¿te puedo preguntar una cosa?
- Claro, hija, ¿qué ronda por tu creativa mente?
- Pues mira, abuela, durante estos meses que llevo viniendo a veros he notado al abuelo… un poco distante, como si no estuviera. ¿Le pasa algo? ¿Tiene alguna enfermedad?
- Lorea, hija, el abuelo… simplemente… tiene una “pequeña” enfermedad. Le hace perder la memoria. Se denomina “Alhzeimer”. Pero, tú, pase lo que pase, no te preocupes. - Me dijo mientras me sacaba de la cocina acariciándome la mejilla.-
Yo me quedé paralizada por un momento. Se me vino el mundo encima, como una mísera gota de agua al borde de un precipicio. La cara se me puso pálida. No sabía pronunciar dos sílabas seguidas, tartamudeaba. Yo ya había oído sobre ese término alguna que otra vez, ya sabía de qué se trataba.
Me fui corriendo al patio trasero de la casa, aquel patio en el cual mi abuelo y yo pasábamos horas y horas jugando a los exploradores, haciéndome reír a carcajadas, alzándome en brazos como si fuera una heroína que podía con todo, que nunca se rendía; eso, eso era lo que él me repetía una y otra vez, y cuando tenía oportunidad me lo volvía a repetir, quería que se me quedase grabado en mi pequeña cabecita (como él la llamaba…), y, así ha sido…
Unos días más tarde vi unas papeletas para un concurso que vendía una humilde chica, en las cuales, si ganabas te ofrecían alojamiento para dos personas en una isla desierta sin ningún gasto. Fui a comprar unas cuantas papeletas para intentar que me tocase. El ganador se anunciaría dentro de dos semanas. Puse todas mis esperanzas y más en que me tocase.
Unas semanas más tarde al llegar del colegio, llamaron a casa. Mi madre me preguntó que si por casualidad había participado en algún concurso en los últimos días. Yo le contesté rápidamente:
-¡Sí, sí! Hace dos semanas compré unas papeletas para participar. Por cierto, ¿quién es?
-Un chico, que me dice que nos ha tocado algo, pero no le entiendo bien… creo… creo que es sobre un viaje a una isla o algo por el estilo…
-¿Me ha tocado? ¡Me ha tocado!
La felicidad que sentía en ese momento me venía grande, ¡no me lo podía creer!
Fui corriendo a llamar a la abuela para decirle que iba a ir a contarle una cosa importantísima al abuelo.
Cuando llegué a casa de ellos, el abuelo estaba sentado en su butaca de color rojo. Cuando me vio, puso un rostro un tanto hierático, no sabía por qué. Pero cuando le conté la noticia… todo había cambiado, como si de repente… hubiésemos vuelto al pasado, cuando yo era pequeña. Era una pequeña visión. Cuando volví a abrir los ojos, el abuelo… el abuelo estaba… ¡SONRIENDO! No me lo podía creer, de repente me abrazó y me dijo…
-Lorea… este… este... este era mi deseo de cumpleaños… SE HIZO REALIDAD.